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Una oportunidad histórica

15/11/2022 | India
Una oportunidad histórica

La historia recordará esta década de los años 20 como aquella en la que el mundo giró más deprisa que nunca lo había hecho antes. Los acontecimientos históricos se han sucedido a una velocidad inusitada, haciendo que cada mes pareciera un año y cada año una década. 

El equilibrio del mundo se ha visto alterado por hechos que nunca pensamos en vivir fuera del cine o las novelas. La pandemia mundial puso en jaque a todas las cadenas de suministro. Las fábricas que alimentaban al mundo se detuvieron, y los barcos, que aseguraban que el flujo de suministros no fallara, se aglomeraban en los principales puertos mundiales. Los sucesivos confinamientos y la política de COVID-CERO seguida por el gobierno chino prolongaron en el tiempo los efectos de la pandemia y pusieron en tela de juicio la fiabilidad de la principal fábrica del mundo.

Cuando la situación comenzó a reestablecerse Europa se encontró con una amenaza bélica en sus puertas, como consecuencia de la invasión rusa de parte de territorio ucraniano. Las consecuencias del bloqueo ruso de los suministros ucranianos, así como de las sanciones internacionales a las exportaciones rusas, han vuelto a alterar enormemente el flujo de productos esenciales como son el petróleo, el gas, los fertilizantes, el trigo, la cebada, el aceite de girasol, así como materias primas como el hierro, cobre, zinc, neón, paladio o platino.

Occidente reaccionó ante la agresión rusa con gran firmeza y cohesión buscando consolidar un bloque antisoviético lo más amplio posible. Los distintos países se han visto en la encrucijada de posicionarse a favor o en contra de los bloques que se han configurado. 

La sucesión de todos estos acontecimientos ha derivado en la reestructuración de alianzas por parte de los diferentes gobiernos y por la necesidad de replantearse la organización de sus cadenas de suministro en el caso del sector industrial. Toda una revolución en el orden mundial que ofrecerá enormes oportunidades a aquellos jugadores que sepan jugar mejor sus cartas y convertirse en un “partner” fiable en el nuevo escenario que se está definiendo.

 

Elefantes y tigres

India, con más de 1.400 millones de habitantes no es tan sólo el segundo país más poblado (si no el primero, si existiera una contabilidad fiable), sino ya una economía con un peso específico muy relevante en el mundo. No en vano, el mes pasado sobrepasaba al Reino Unido como quinta economía mundial. Un “sorpasso” con mucha carga emocional por parte de la antigua colonia británica justo cuando se acaba de celebrar el 75º aniversario de su independencia. 

“El otro” gigante asiático siempre ha sido comparado con su vecino del norte en términos de desarrollo y crecimiento económico evidenciando que ambos países presentan más divergencias que similitudes. El desarrollo de India ha sido comparado con un elefante, con pasos lentos pero sólidos, mientras que China, al igual que otras economías del sudeste asiático han tenido un crecimiento ágil y agresivo asemejado a los pasos de un tigre.

Como evidencia del símil, la economía China ha crecido en la década 2010-20 un 142% de su PIB, mientras que India tan sólo conseguía crecer en un 59%. El PIB chino quintuplica en la actualidad los 2.000 USD por habitante de renta per cápita india. Son otros muchos los factores en los que India ofrece un evidente déficit con respecto al gigante amarillo, como el desarrollo empresarial y tecnológico, la situación de sus infraestructuras o el peso de su economía en el panorama financiero mundial.

Es evidente que India no puede aspirar a convertirse en una nueva China, entre otros motivos porque las fortalezas de uno son las debilidades del otro. India deberá aspirar a convertirse en una nueva potencia con identidad propia apoyada en sus principales fortalezas, como la consistencia, la seguridad jurídica y política, la disponibilidad de mano de obra angloparlante, así como la imagen del país como un partner que no aspira a cambiar el orden mundial sino a desarrollar unas buenas relaciones comerciales con los diferentes bloques.

India ha entendido este mensaje y busca encontrar su sitio en el nuevo orden geoestratégico. El Gobierno Indio ha optado por una política de no alineamiento (o polilateralismo como la denomina su Ministro de Asuntos Exteriores Jeyashankar), evitando condenar abiertamente las acciones del ejército ruso en Ucrania, en una clara búsqueda de la neutralidad y el mantenimiento de sus relaciones comerciales con los diferentes bloques económicos. Esta postura está siendo juzgada de forma muy diferente desde occidente, donde se critica la falta de compromiso india y la búsqueda de la ventaja económica, mientras que es refrendada mayoritariamente en el país, donde el Gobierno Modi cuenta con el respaldo y el beneplácito de los ciudadanos y la prensa. Sin embargo, el bloque encabezado por USA, está evitando una confrontación abierta con India, en una clara manifestación del respeto al papel que puede jugar en el nuevo equilibrio mundial. No en vano, este no alineamiento no ha sido un obstáculo para que India haya reforzado su alianza con USA, Australia y Japón dentro de la alianza QUAD, mostrando la fortaleza defensiva del bloque de Asia Pacífico ante cualquier eventual amenaza.

La posición india está claramente influenciada por la dependencia del suministro armamentístico ruso, que alcanza prácticamente un 70% del total. De igual manera, India busca evitar una posición que la enfrente con un bloque que alinee a Rusia con China. El objetivo real de esta política de no alineamiento es un beneficio geoestratégico y económico. No debe ser entendido como un apoyo tácito a la posición rusa.

 

El cambio de rumbo en la política exterior

Durante los primeros años de su segunda legislatura, el gobierno indio, con la confianza otorgada por la mayoría absoluta obtenida en las elecciones de 2019, eliminó cualquier duda sobre su verdadera estrategia en lo relativo al comercio internacional. Alineado con las políticas afines de otros países entonces gobernados por partidos conservadores, como USA o Brasil, India tornó la imagen aperturista del primer gobierno Modi en una política mucho más proteccionista, a imagen y semejanza de programas como el “America First” del Gobierno Trump.

La primera decisión controvertida en este sentido fue el abandono del Regional Comprehensive Economic Partnership (RCEP), del cual había sido uno de sus países fundadores. Este acuerdo que aunaba las 10 economías del ASEAN con China, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda, suponía el mayor acuerdo de libre comercio del mundo.

Esta inesperada decisión tuvo como principal argumento la existencia de tratados comerciales preexistentes con la mayoría de los países firmantes, pero en el fondo traslucía un claro temor a verse inundado por importaciones de muchos de estos países, en especial China, con los cuales India mantenía una balanza comercial negativa.

Esta decisión se vio prolongada en 2020 por la promulgación del programa “Atmanirbhar Bharat” o “India Autosuficiente”, con tintes evidentemente proteccionistas, que promulgaba en sus slogans “vocal for local” y restringía las inversiones de determinados países (en especial dirigidos de nuevo a China) y el acceso a las licitaciones públicas de menos de 20 millones de USD a todas las empresas extranjeras. El programa suponía una vuelta de tuerca al anterior programa “Make in India” y lanzaba un inequívoco mensaje a las empresas extranjeras sobre la necesidad de invertir en el país si se deseaba hacer negocios en India. Para no dejar ningún lugar a dudas, durante este ejercicio se incrementaron los aranceles de importación de más de 3.000 productos. 

La crisis derivada de los efectos de la pandemia y la guerra brindó a India una oportunidad única en su historia, en la que por primera vez desde que se comenzara la política de reformas económicas y apertura en los años 90, India contaba para los principales actores económicos como una alternativa a las actuales fuentes de suministro. 
India debía presentarse al mundo como una economía competitiva, atractiva y fiable, para lo cual debía replantearse el mensaje que estaba transmitiendo con su rumbo proteccionista. 

Durante el final del año 2021 y el comienzo de 2022 India evidenció haber entendido esta necesidad replanteándose su política de alianzas internacionales. En tan solo unos meses India selló acuerdos preferenciales de libre comercio con las Islas Mauricio (el mayor inversor extranjero en India gracias a sus ventajas fiscales), Australia y Emiratos Árabes Unidos (segundo socio comercial del país). Así mismo se encuentra a punto de rubricar el Acuerdo de Libre Comercio con el Reino Unido y en la segunda ronda de negociaciones con la Unión Europea. 

Las negociaciones con la UE llevaban estancadas más de 8 años tras haber sido abandonadas ante la imposibilidad de alcanzar un acuerdo. La reanudación de estas ya es por sí misma una gran noticia, pero más aún es el interés demostrado por ambas partes sobre alcanzar un acuerdo en un breve plazo de tiempo, que debiera coincidir con la presidencia española en la Unión Europea durante el segundo semestre de 2023.

 

Presente y futuro

El Embajador de España en India, José María Ridao, expresaba con brillantez en una reciente charla la situación actual del país. “India no debe ser juzgada por lo que fue hace 20 años, pero tampoco por lo que será dentro de otros 20”. Es totalmente cierto que cuando se citan los argumentos por los que el mundo debiera confiar en India, el tiempo verbal cambia del presente al futuro. 

La enumeración de dichos argumentos es larga, pero también es amplio el grado de incertidumbre que conllevan. El dividendo demográfico, el crecimiento de la clase media, la apertura exterior, la progresiva incorporación de tecnología en procesos productivos, los grandes planes de desarrollo de infraestructuras, etc., debieran asegurar réditos en el futuro, pero no hay que olvidar que el elefante nunca se caracteriza por la agilidad de sus pasos. India es un país en el que prima el interés en promulgar grandes proyectos y grandilocuentes anuncios sobre el interés en llevarlos a cabo. Una enorme mayoría de los planes de infraestructuras nunca se llevan a cabo. 

Sirva como ejemplo cercano para la industria navarra los objetivos de alcanzar 175 Gw de fuentes renovables para 2022 promulgado al llegar al poder el presente gobierno en 2014. La cifra alcanzada ha sido tan sólo de 100 Gw, es decir un 57% de la cifra objetivo. Sin embargo, el gobierno ha establecido ya un nuevo objetivo de 300 Gw en 2030 sin haber realizado ninguna modificación significativa de las actuales políticas.

Es vital que India sea capaz de convertir en realidad sus planes de desarrollo superando los numerosos obstáculos a los que se enfrentan, como la lentitud burocrática, la dificultad para la adquisición de terrenos o la corrupción persistente en muchos niveles de autoridad. Si bien es innegable que India ha dado pasos muy importantes en este sentido, no se puede ignorar que cada funcionario público tiene asignada una cuota de poder que ejerce no siempre de forma ejemplar.

El desarrollo económico transita por las carreteras del presente y no del futuro. Si India desea competir globalmente debe modernizar su red logística y de distribución que actualmente lastra de forma muy importante la competitividad de sus empresas y hace que se pierdan más del 30% de las cosechas.

Si India es capaz de conseguir que la contestación a la pregunta ¿por qué debo confiar en India? sea formulada en tiempo presente, habrá puesto los pilares fundamentales para haber aprovechado esta oportunidad histórica.

 

*Iñaki Soto, socio y director general de Indversis, consultora especializada en India
 

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